sábado, 23 de febrero de 2013

Brenda Byron

Me llamo Brenda y mi mamá siempre me ha dicho, desde muy pequeñita, que soy una persona muy especial y única. Y desde muy pequeña siempre he ido a escuelas especiales, donde mis amigos son únicos como yo. A muchos los quitan de mi lado, quizás no se portan del todo bien y los castigan. 

Lo que más me gusta es el fin de semana, porque es el momento en el que estoy con mamá y ella puede contarme todo lo que ha sucedido durante la semana, cómo está papá y cómo le va a Sylvie en la universidad. ¡Estoy tan contenta por ella! Nunca puedo verlos, porque mi hermana vive en el campus (lejos de aquí) y sólo viene por fechas importantes y papá siempre está muy ocupado. 

Una de las veces, hace ya algunos meses, encontré a mamá llorando mucho y a raíz de ahí cada vez que la veo tiene los ojos enrojecidos o las mejillas mojadas. Ella es mi persona favorita en el mundo, cuando en la escuela nos dicen que dibujemos lo que más queremos en el mundo o lo que más nos gusta, siempre la dibujo a ella, a mi mamá. 

Ha llegado un momento en el que no quiero que sufra más, así que he decidido trazar un plan para entregarle la felicidad absoluta a ella, la persona que más quiero en el mundo.

"Mamá, ¿por qué lloras cada día?" le pregunto. Ella, con la cabeza enterrada entre sus brazos encima de la mesa de la cocina, se destapa y me contesta "nada, mi amor. Son cosas que pasan." ¿Cosas que pasan? Empiezo a pensar que ya no me ve especial, que ya no me quiere. Veo moratones en sus muñecas y brazos, heridas en su cuello. ¿Quizás llora por eso?

A veces le pregunto por papá  y no contesta, se pone a llorar y se va dejándome sola en la estancia. Y así pasan los años hasta el día justo que cumplo los diecisiete.

Mi plan ha tomado forma al fin, voy a hacer feliz a mi mamá, voy a ser la única persona preocupada por su seguridad y su vida. "¿Sabes qué, mamá? Te quiero tanto, tanto, que quiero hacerte muy feliz" le digo. "Pero yo ya soy feliz con estar a tu lado, cariño. Te quiero mucho, eres mi princesa especial". Pienso que miente, que aún no sabe cuán especial es ella para mí y cuán especial quiero ser yo para ella. 

Me limito a imitar algunos filmes de películas que el domingo vemos ella y yo. Me dirijo a la  cocina, mientras ella llora de espaldas a mí, sentada en la mesa. Mamá, vas a ser feliz susurro. Y antes de que ella pueda girarse, le clavo el puñal en el lugar de donde provienen todos los dolores del alma. "Te quiero, mamá" le digo mientras ella cae al suelo derramando la última lágrima.

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