viernes, 15 de febrero de 2013

Muerte del amante

Su castigo apela al corazón,
condenado a una prisión
allá arriba, en el cielo,
pero él está atado al suelo.

El dolor brota de sus ojos de miel, 
sufre al saber que no tendrá más su piel.

El recuerdo de sus cabellos enredados, 
sus dedos entrelazados, 
sus gozos compenetrados... 
ese sudor que les hacía despreciados. 

Ya nunca sentir podrá
esos labios que siempre besaba 
y sus dedos no podrán más viajar 
por aquellos infernales paseos 
de carnales deseos. 

Pero ya basta, no podrá soportar, 
ya basta, no puede ni imaginar 
el no sentir su aliento, qué castigo tan cruel, 
estando tan cerca pero alejándose a la vez. 

Sin poder tocar, sin poder besar, 
sin poder sus dedos entrelazar. 
Sin tener los cabellos enredados 
y sin poder acariciar sus labios 
fundidos en placer
Y vuelve a palpar los dedos de hielo 
para volver a la realidad 
y percatarse de que sus manos
ya no se tocan ni se van
a volver a tocar.

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