Hijo, escúchame bien. Si alguna vez sientes la necesidad de matar, no te preocupes. Es normal. Sería raro que no tuvieras ganas después de lo cabrones que han sido contigo, mi amor. Tranquilo.
Y si alguna vez sientes unas ganas de morir tremendas, también es normal. Yo estoy aquí arriba, observándote siempre, y sé que la vida es muy dura. La vida que yo viví también lo fue. También sufrí.
Así que no te sientas culpable, cariño. Aunque mami te cuida, sé que te sientes muy solo. Me tienes presente, pero no puedes oír mi voz ni sentir mis caricias de apoyo. También sé que no asimilas lo ocurrido. No te das cuenta de que yo ya he vivido mi vida y tú tienes que hacer la tuya, ser feliz, crear tu camino, hasta que termine. De eso se trata.
No te castigues por tus malos pensamientos, así como no te castigas por los buenos. Eso es lo que nos hace humanos y, lamentablemente, mortales. No tengas miedo de venir hacia mí, pero tampoco tengas miedo de permanecer en el mundo.
Vive, hijo. Vive. Y si llega el momento definitivo en el que quieres marcharte, vete. Sé valiente para quedarte. Sé valiente para irte. Estaré aquí, esperándote.
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