"La encontraremos juntos" me decía siempre él.
Yo ya sabía dónde estaba, sólo tenía que mirar hacia arriba y, ¡voilà! Allí estaba. Pero él... parecía que no miraba.
A veces, incluso parecía no importarle no encontrarla. Yo le decía: mira, ahí, justo ahí... ¿ves?
Y él contestaba: aish, uish... no... ¡no la veo!
Y yo cada día más me hartaba de que no la encontrara.
Le preguntaba: ¿no quieres verla?
Y él respondía: claaaaaro que quiero, ¡ya lo intento!
No lo intentaba de verdad, porque cansaba demasiado mirar hacia arriba.
Pues tranquilo, amiguito. Me la busco yo solita, no te necesito para nada.
Al final le dejé, estaba harta de la insatisfacción. Me puse a mirar a la Luna yo sola.
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