El hilo musical de la estancia nos envuelve. En el establecimiento sólo estamos tú y yo. Nos miramos de vez en cuando de soslayo, nunca directamente.
Bebo despacio para ver si te decides a acercarte, porque si te soy sincera, yo nunca lo haré. No tengo valor para ello.
La gente no deja de entrar. Desde fuera nos miran y creerán que somos dos extraños. Lo somos, sí, pero en el fondo siento que con las fugaces miradas nos lo hemos dicho todo.
Pero terminas con un trago largo tu copa y te vas.
Es posible que sólo yo tuviese la sensación de conocerte, la sensación de que al final uno de los dos daría el paso.
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