La pequeña bailarina da vueltas mientras una delicada melodía envuelve la sala. Alice, con los ojos muy abiertos, la mirada fija y la tez pálida, sostiene la cajita de música sentada en el banquillo del piano, totalmente a oscuras.
Está descalza y comienza a notar frío en los pies. El líquido que los besa es caliente pero se enfría enseguida y se expande con rapidez. Ella sabe de qué se trata, pero no puede ver el color rojizo por culpa de la oscuridad.
Con la mano que tiene libre palpa las teclas del viejo piano, manchándolas también de rojo, notándolas pegajosas a medida que pasa de una tecla a la otra. No tiene conocimiento de que en la estancia hay dos cuerpos, pero sólo uno respira. En algún lugar de su mente sabe lo que ha pasado, pero permanece aparentemente sosegada dándole cuerda a la bailarina para que no reine el silencio que la perturba.
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