Se llamaba Luna. No recuerdo muho de ella, salvo que me la encontré varias veces por la vida. Y nunca en el mismo momento; a veces eran buenos momentos para mí, y me alegraba de verla; otras veces cuando la soledad anidaba en mi pecho, y me salvaba de hundirme aún más en mi propia mente.
Pero aún recuerdo su risa. Sus carcajadas sonoras, sus manos apoyándose en mis hombros para no perder el equilibrio.
¿Cómo se llamaba? Nunca lo olvidaré. Se llamaba Luna, y la encontraba cada cierto tiempo en mi vida.
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